sábado, 20 de junio de 2015

SEMAR GOLPEA HABITANTES BUSCANDO A CARO QUINTERO

NOTA DEL BLOG: CUANTA ESTUPIDEZ LA DEL GOBIERNO DE MEXICO . EPN DEJÒ LIBRE AL NARCOTRAFICANTE CARO QUINTERO Y AHORA MANDA A LA MARINA A BUSCARLO HASTA BAJO LAS PIEDRAS  EN BADIGUARATO 
COMO QUE EPN "NO PIDIÒ PERMISO A EEUU PARA LIBERARLO Y AHORA LE URGEN A QUE LO DETENGAN"
 El 21 de nviembre del 2013 ya se manejaba que CARO QUINTERO HABIA SALIDO DE MEXICO Y QUE PODIA ESTAR EN VENEZUELA
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LA CARTA QUE ENVIÒ CARO QUINTERO AL EPN LA RECIBIÒ MURILLO KARAM Y ORORIO CHONG ESTABA ENTERADO


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EL CHAPO ATRAS DE LA LIBERACION DE CARO QUINTERO

CARO QUINTERO PUDO IR EN LA AVIONETA QUE TUMBÓ NICOLAS MADURO en VENEZUELA

TIENE LOGICA QUE SE HAYA IDO A VENEZUELA ,ALLÀ NO SE LLEVAN CON LOS ESTADOUNIDENSES
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FUENTE:  LA PARED
Golpea Marina a pobladores de Badiraguato en busca de Caro Quintero
                                                                                    La Marina reactivó de nuevo su cacería contra Rafael Caro Quintero, el mítico narcotraficante liberado recién empezado el gobierno peñanietista. Esta vez, le tocó el turno a otras comunidades de Badiraguato, entre ellas Las Juntas, sometiendo y torturando a mujeres y hombres en busca del capo, un día antes de los sucesos de Tamazula, en donde se acusa a la institución naval de matar a dos jóvenes, herir a un menor y detener a cuatro estudiantes menores. El testimonio recogido por La Pared es claro: la Semar y la DEA lo quieren, y están dispuestos a arrasar pueblos enteros y violentar derechos humanos con tal de agarrarlo.

Por Cynthia Valdez y Martín Durán

Badiraguato, Sin.-Cuando doña “Rosa” encaró al alto infante de marina sobre los abusos que estaban cometiendo en su comunidad, éste le espetó:

“No nos vamos a ir porque traemos una misión, y es llevarnos a Caro Quintero”, le soltó el uniformado, y acto seguido le dio dos bofetadas.

Sábado 13 de junio. Son alrededor de las 10:30 horas en Las Juntas, un pueblito enclavado entre altos cerros al norte de Babunica y La Noria en la sierra de Badiraguato, México, la llamada ruta de Rafael Caro Quintero. En estos dos últimos pueblos, en marzo de 2014, los marinos también buscaron al capo, y maltrataron a los habitantes.

“Rosa” escucha el ruido del rotor del primer helicóptero de la Marina. Está sobrevolando las casas dispersas de la comunidad. De repente, ve cómo del “boludo” bajan por lo menos dos docenas de soldados, que de inmediato cercan su casa, en donde está su hija de 26 años y su nieto de apenas tres años.

De otro helicóptero descienden más marinos y se apostan en otras casas, y a los pocos minutos al menos 22 camionetas “rápidas” irrumpen en el corazón del pueblo. Ya nadie puede escapar ni esconderse.

“Se metieron a mi casa, eran como 20 marinos, iban hombres y mujeres, algunos encapuchados, y también se fueron a la casa de mi nuera y abrieron la puerta a mazazos”, cuenta la mujer.

Los elementos navales no tardan en decir porque llegaron sin ser invitados. Aseguran que Rafael Caro Quintero había ido esa mañana a desayunar a su casa.

–Aquí estuvo hace unas horas, vino a desayunar y les dijo que veníamos nosotros, y que no dijeran nada -soltó uno de los elementos.

“Los marinos dijeron que nosotros le hacíamos comida, y nos preguntaban para dónde se había ido, pero a ese señor nunca lo hemos visto, cuando recién salió sí supe que estuvo aquí, pero yo no lo vi porque me habían operado en esos días”, dice.

Enseguida la amenazan con llevarse presa a ella y a su hija. “Te vamos a llevar a Puente Grande o Almoloya, ¿sí sabes que es un delito encubrir a delincuentes?”
Los marinos bautizaron como "la ruta de Caro" a los pueblos vecinos de La Noria.

Los marinos bautizaron como “la ruta de Caro” a los pueblos vecinos de La Noria.

La respuesta es la misma, desconoce el paradero de Caro Quintero. Entonces los soldados las atan de las manos, vendan sus ojos, y las separan de cuartos para interrogarlas. A Rosa le dicen que su hija sostiene una relación amorosa con el capo de La Noria, y de nuevo le repiten que el señor Caro estuvo con ellas por la mañana.

“Aquí no ha estado el señor”, suelta Rosa con los ojos cubiertos con una venda.

En el otro cuarto, a su hija también la interrogan, la amenazan, la golpean con la culata de los rifles. Quieren que escupa el paradero del capo, pero tampoco sabe. Su hijo de tres años, también es retirado a la cocina, pero a él no le cubren los ojos. Inocente a su edad, más tarde dirá que los hombres que llegaron sin previo aviso son malos porque le pusieron una bolsa a su mamá en la cabeza, asfixiándola, queriéndole arrancar confesiones ignoradas.

El marino a cargo le dice, le espeta, cuando Rosa lo encara:

“No nos vamos a ir, porque venimos por una misión y es llevarnos a Caro Quintero.”

Ella responde, valiente, desafiante: “Pues de aquí no lo van a sacar porque en su vida ese señor ha estado aquí. En esta casa puedo asegurarles que nunca en su vida se ha parado ni cuando estaba el papá en aquellos años”.

Las horas se prolongan. El interrogatorio infructuoso sigue, a Rosa también la asfixian con  una bolsa, una y otra vez, hasta que logra romperla con los dientes, lo que provoca el enojo de los marinos. En tanto, los marinos saquean su hogar, en donde ha vivido toda la vida.

Se llevan lo que pueden, celulares, una lap top, una tablet que le acababa de comprar a su hijo pequeño, y la ropa y calzado de sus hijos mayores.

“En otras viviendas saquearon todo lo que pudieron, lo que se podían comer que habían en las casas se lo comieron y lo demás lo tiraron por pura maldad oiga, rompieron cosas, destruyeron muebles. Todo lo que había en los cuartos lo revolvieron”, cuenta la mujer.

Más tarde sabrá que en la casa de su cuñado levantaron el impermeabilizante del techo, indagaron en los pistos posibles escondites, agujeros inexistentes según su versión.

“A mi cuñado le fue peor que a nosotras, a él le pusieron la chicharra eléctrica, lo mojaban de la cabeza  y de los pies, y lo golpeaban sólo porque les dijo que el cuidaba vacas a un señor de los que traían en una lista”, comenta.

En otra casa en la que no había habitantes en ese momento también derribaron puertas a punta de golpes, y extrajeron aires acondicionados, joyas, dinero en efectivo y motocicletas. “Todo se llevaron hasta la licuadora de la casa, nomás dejaron una cama y un refrigerador”.

La presión sobre ella y su hija no cede. Un marino alto y delgado, que es quien al parecer está a cargo del operativo, le dice que por encubrimiento le pueden dar hasta 50 años de prisión.

Y advierte: “Porque están encubriendo a ese señor que es malo y ustedes lo deben de denunciar”.

Entonces, una mujer que venía entre los infantes de marina consuela a “Rosa”: “No se las van a llevar, sí las van a soltar”.

Pero el jefe juega al policía malo/policía bueno.

“Las vamos a dejar pero si ustedes dicen algo de que estuvimos aquí la DEA va a venir por ustedes porque les tomamos fotos y tenemos todos los datos de ustedes”.

La familia de “Rosa” tiene una camioneta aparcada afuera de la casa. Para evitar que salgan una vez retirado el personal naval, con una navaja le cortan las mangueras, el perforan las llantas y le arrancan la pila.

“Ellos llegaron alrededor de las 10:30 de la mañana y se fueron poco antes de las 6 de la tarde”, recuerda la mujer.
Vista satelital de Las Juntas. Pasando el lecho del arroyo de Babunica a una hora se llega a Las Juntas.

Vista satelital de Las Juntas. Pasando el lecho del arroyo de Babunica a una hora se llega a Las Juntas.



 La lista de la Marina

Ocho horas. Las ocho horas más largas que ha padecido. “Rosa” recuerda que los marinos sacaron una lista y algunas fotografías, al menos tres personas venían ahí. Los tres son vecinos de Las Juntas.

Ella los reconoce, pero dice que no los ha visto ese día. El interrogador dice que uno de sus hijos es quien trabaja con don Rafael, y es quien paga al resto de los empleados. Ella lo niega, les dice que su hijo no conoce al que buscan. El uniformado le asegura que el legendario narcotraficante se refugia en casas de Las Juntas y Placeres, comunidades que se encuentran a 40 minutos de La Noria, el pueblo natal de Caro.

Hay un diálogo entre mujer y marino en esas largas horas cautiva en su propia casa.

–Que no ve que nosotros trabajamos para vivir, mire la casa que tenemos, apenas nos alcanza -argumenta.

–Y por qué sus hijos compran zapatos tan caros –la cuestiona.

–Pues sí, a qué quiere que se dedique la gente aquí, ellos compran sus cosas cada vez que cosechan la mariguana, pero qué quiere que hagan si no se puede hacer otra cosa, aquí no crece el maíz ni el frijol y si crece no alcanza para la venta. Además, si ustedes vienen y la tumba a cada rato.

–Es un delito lo que ustedes hacen.

–¿Y entonces a qué quiere que se dedique la gente? ¿Qué oportunidades hay? Lo que ustedes están haciendo conmigo y mi hija también es un delito porque aquí nunca ha venido el señor.

–Un informante nos dijo que tenía una relación con su hija, y que aquí estuvo en la mañana desayunando.

–Pues qué buen informante tienen que aquí nunca ha venido. Y si lo de mi hija fuera cierto ¿cree usted que tuviera necesidad de trabajar ella? Ya hubiera salido de pobre.

De las dos, a su hija es a quien tratan peor, pues al ser interrogada también se defende con similares argumentos y al no arrancarle las respuestas que esperan recibe golpes. Hacia el final de la tarde, “Rosa” escucha por los radios órdenes. Alcanza a entender que emprenderán la retirada después de ocho horas.

Los marinos no se molestan en desatarlas y quitarles las vendas de los ojos. Escuchan que se marchan, que los rotores de los “boludos” se encienden. Solo cuando se sabe sola con su hija y su nieto en la soledad de la casa, es cuando luchan por desamarrarse.

El testimonio de otro habitante del poblado Placeres asegura que desde el “boludo” los marinos dispararon al ocupante de una camioneta Pick Up y a otros jóvenes que corrían azorados entre el monte.
Caro Quintero. Tiempos jóvenes.

Caro Quintero. Tiempos jóvenes.



El primer operativo contra Caro

No es la primera vez que la Marina lanza un operativo para tratar de acercarse a Caro Quintero. En marzo de 2014, un mes después de la caída del Chapo Guzmán en Mazatlan, la Semar implementó un cerco militar en las comunidades de El Barrio de Guanajuato, La Noria y Babunica.

En La Noria y Babunica los marinos golpearon a pobladores e irrumpieron en casas en busca del capo.

Al comisario ejidal, Alejandro Caro, primo de Rafael, lo torturaron hasta el cansancio, de acuerdo con testimonios recogidos en aquel entonces.

Los habitantes reconocieron que Caro Quintero acudió a saludar a sus coterráneos a los días de ser liberado en Jalisco, pero aseguraron que no se quedó. Que fue la única vez que lo vieron caminar por las calles de La Noria y Babunica. Desde entonces, desconocen su paradero.

Sobre estos hechos, habitantes de esta comunidad indicaron a La Pared que prefieren no denunciar a los derechos humanos, pues lo ven inútil.

“El apellido Caro y Quintero como que les pesa porque no quieren denunciar; yo sí quiero que se sepa porque mi familia no tiene nada qué ocultar, pero miedo sí tenemos, ellos tienen nuestros datos y cuando quieran nos pueden hacer daño”, aclara “Rosa”, que también pidió el anonimato a cambio de relatar los acontecimientos.
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