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ACTIVISTA Yndira Sandoval Sánchez fue violada por mujer policia
Mujer policía de Tlapa, Guerrero viola a defensora de los derechos de las mujeres
Los hechos ocurrieron el pasado 16 de
septiembre, cuando atendía su cita en la Universidad Autónoma de
Guerrero, a donde iba a dar una conferencia para promover acciones para
la prevención, detección, atención, sanción y erradicación de la
violencia contra las mujeres.
Regeneración,
22 de octubre de 2017.-En una celda de la cárcel municipal de Tlapa de
Comonfort, en Guerrero, a donde fue a dar una conferencia sobre
violencia de género, la activista y defensora de los derechos de las
mujeres Yndira Sandoval Sánchez, fue agredida por una policía, que
aseveró: “Te dije que te ibas a chingar”, así le dijo la policía Claudia
Juárez Gómez mientras la sometía con una rodilla encima, así lo informa
el diario La Jornada.
En
esos momentos Yndira pensó que iba a morir, la mujer policía le manoseó
los senos y le bajó el pantalón: Me penetró con sus dedos, me lastimó
mucho. Luego me soltó, me aventó, me pateó, mientras otra mujer policía,
cómplice, vigilaba la entrada a la celda. Yo ya no sabía qué seguía
después de la tortura.
De acuerdo con información recopilada por
la periodista Sanjuana Martínez, los hechos ocurrieron el pasado 16 de
septiembre, cuando atendía su cita en la Universidad Autónoma de
Guerrero, a donde iba a dar una conferencia para promover acciones para
la prevención, detección, atención, sanción y erradicación de la
violencia contra las mujeres, a través de Todas Mx, movimiento que
dirige en favor de los derechos de este sector de la población.
Jamás
pensó que ella misma sería la víctima: “El hecho que sea una mujer mi
agresora, me hace confirmar que nuestros enemigos no son los hombres: es
el machismo, es el sistema, es el patriarcado, son las prácticas, es el
Estado con rostro de hombre o con rostro de mujer”
UNA PESADILLA
Por
esto se interpuso una denuncia el 17 de septiembre ante la Fiscalía
General de Guerrero, en la Unidad de Investigación 1 Especializada en
Delitos Sexuales y Violencia Familiar Región Montaña, con la carpeta
número 12080470200090170917, y el 13 de octubre ante la Procuraduría
General de la República (PGR), con la célula de investigación de la
agencia tercera de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia
contra las Mujeres y Trata de Personas (Fevimtra) y la carpeta
FED/SDHPDSC/FEVIMTRA-GRO/0000634/2017.
Yndira recuerda que estando
en Tlapa de Comonfort se accidentó con un clavo, que le rompió su
camisa del costado izquierdo debajo de su axilia, lastimándole una zona
cercana a su seno, por lo que decidió acudir con su compañero a la
Clínica San Antonio, donde la atendió el médico.
El médico que la
atendió le cobró primeramente la cantidad de 2 mil pesos y luego ante la
insistencia, le bajó el costo del servicio a 900 pesos, pero le dijo
que no aceptaba tarjeta, por lo cual tenía que buscar un cajero para
regresar y pagarle a él mismo sin pasar por caja. Le dije entonces que
le pagaría, pero que requería un recibo y una factura del servicio.
Salió
del lugar pero recordó que olvidó su celular, por lo que regresó, al
salir observó que había una camioneta con seis elementos de la policía
municipal de Tlapa de Comonfort que intentaban detener a su compañero,
porque supuestamente se habían negado a pagar la cuenta de la clínica.
¿Por
qué lo detienen? Soy defensora de derechos humanos, les dijo, y un
agente le contestó: usted también está detenida. Fue entonces cuando
exigió aplicar el protocolo para que en lugar de un hombre, la revisara
una mujer policía, que de mala gana le gritó: ¡Cállate, pendeja!,
negándose a dar su nombre.
“Te vale madre quién soy, ya te dije que calles y aquí en Tlapa te chingas”.
La
activista continúa el relato: “Como me negué a subir a la patrulla, la
oficial me aventó hacia el interior de la batea de la camioneta y aunque
le dije que estaba lastimada, se empeñó en apretarme la herida,
torturándome física y sicoemocionalmente. Todo el trayecto hacia la
comandancia municipal me tuvo de rodillas, jalándome el cabello hacia
atrás, apretándome la herida y me preguntaba, riéndose: ‘¿Te duele?’”.
La
policía, quien luego fue identificada como Claudia Juárez Gómez, le
espetó mirándola a los ojos: ¡Aquí te vas a chingar, aquí valen verga
tus derechos, aquí te chingas, pinche güerita pendeja, aquí estas en
Tlapa y te voy a enseñar quién manda”.
La metieron en la primera
celda ubicada en un pasillo, mientras una policía vigilaba desde la
puerta, la otra, identificada como Claudia Juárez Gómez, la agarró
violentamente del cabello y la puso contra la pared: “Con su brazo
derecho me sometió hasta ponerme de rodillas, me tapó la boca y me
empezó a tocar mis senos, hasta que llegó abajo, desabrochando mi
pantalón e introduciendo su mano izquierda debajo de mi pantaleta
tocando mi área vaginal, penetrándome violentamente con sus dedos. La
violación duró unos cinco minutos, pero se me hizo eterno, y todo el
tiempo estuvo diciéndome al oído: ‘te dije que te ibas a chingar, te
dije que te callaras, pendeja’”.
Yndira lloraba, pero sus gritos
no se escuchaban, porque tenía la boca tapada. Sintió que algo peor
ocurriría y confirmó que al ser tan vulnerable incluso podían
desaparecerla o asesinarla. Prefirió el silencio. Las dos policías
salieron de la celda, ella se quedó tirada sin poderse mover,
aterrorizada.
Minutos después un policía llegó y le dijo que
quedaba libre y podía irse. Nunca firmó un documento de entrada ni de
salida de la cárcel municipal. La pesadilla todavía no terminaba.
El viacrucis: burlas y violencia de servidores públicos
Ella
esta acostumbrada a rescatar víctimas de violencia, por esto Yndira
utilizó todos los protocolos que conoce y que jamás pensó le servirían a
ella misma para defenderse de una agresión.
Por primera vez en su
vida vivió el viacrucis que padecen las mujeres violentadas
sexualmente. Y sufrió el rechazo, las burlas, la indefensión ante
servidores públicos que carecen absolutamente de visión de género a
pesar de representar a instituciones que se supone están para defender
la integridad y la seguridad de las mujeres.
Primero fue a la
Fiscalía Especializada de Delitos Sexuales de La Montaña, que se ubica
en la calle Guerrero, número 122. Estaba cerrada, sin guardia. Lo
documentó haciendo que le tomaran unas fotos para después poder
comprobar sus dichos.
Después fue a la oficina del agente del
Ministerio Público, que se identificó solamente como el Lic Valente,
para interponer una denuncia por violación sexual, privación ilegal de
la libertad y abuso de poder, y el funcionario le contestó que no podía
levantar ninguna denuncia y a continuación cerró la ventanilla y apagó
las luces.
Yndira se dio cuenta que había uniformados tomándole
fotos y videograbandóla desde una patrulla que la seguía. Finalmente
decidió irse a dormir y al día siguiente continuar con los trámites de
las denuncias: No dormí ni me bañé porque ningún médico legista me había
revisado para darme el dictamen médico.
Afuera de la fiscalía se
encontraba el director de Seguridad Pública de Tlapa, Javier Rivera
Fierro, queriendo hablar, y ella le dijo: “No sé quién seas, pero por tu
cargo, tú eres el responsable de lo que me sucedió anoche, así que
retírate porque no entiendo qué haces en la fiscalía. Tu presencia es
una intimidación más”.
Acto seguido, la fiscal Osbelia Blanco
Martínez le abrió la puerta de la oficina y le dijo: ¿Tú eres la de la
violación? Yndira contestó: ¿perdón? ¿Cómo lo sabes? Y las fiscal
añadió: me lo dijo el Ministerio Público en turno de la noche. El mismo
funcionario que se negó a recibir su denuncia.
La fiscal argumentó
que no contaba con personal para hacer los dictámenes, médicos,
sicológicos ni toxicológicos. Yndira tuvo que esperar horas y hasta un
día más para documentar lo que le habían hecho. El químico que
finalmente la atendió le hizo una advertencia: Está usted consciente de
que si en su examen aparecen restos, muestras o residuos de sustancias
que usted no haya declarado, se puede ver perjudicada. Ella le dijo que
si así sucedía, eso no era delito; en cambio, lo que le habían hecho,
sí.
Para el examen sicológico fue citada el 18 de septiembre, dos
días después de la agresión, por Karen Denisse Ramírez. Mientras
esperaba afuera de su oficina, escuchó un vehículo con perifoneo que con
voz alarmista anunciaba la noticia distorsionada publicada en un
pasquín llamado Interdiario, el ABC en La Montaña: Vergonzoso sainete
protagonizado por la hija de una diputada local. La mentira con su foto,
seguramente entregada por los policías, la conmocionó.
“Entre
en crisis, me aterraba el hecho de ir descubriendo el nivel de colusión
y complicidad de las autoridades, dice llorando. La sicológa no aplicó
el protocolo y la recibió con una terrible pregunta: ¿Qué sentimiento te
invade por el hecho de estar en Tlapa impartiendo una charla contra
violencia y haber sido violada durante tu estancia?”.
Para obtener
el dictamen médico, Yndira tuvo que trasladarse a las instalaciones del
Issste, donde la recibió Rogelio H. Pérez Laurel: “¿Sí sabes que si no
encuentro nada ahí (señalando la vagina) la que se va a ir a la cárcel
eres tú?”, y luego añadió en tono de mofa: “Ya cálmate y desvístete, no
tengas pena, aquí todas somos mujeres, incluyéndome”.
El examen
con referencia a las manecillas del reloj arrojó laceraciones y lesiones
de manipulación e irritación aguada: “a la 1 a las 3 a las 6 , a las 9 y
12”, y luego consignó las lesiones en brazos, antebrazos, pantorrillas,
rodillas y muslo derecho, así como en espalda y la ingle.
Los
protocolos fueron cumplidos gracias al conocimiento de la víctima, y a
pesar de las instituciones, pero Yndira acaba de empezar la lucha para
el acceso a la justicia. Y como respuesta, su casa fue allanada y fue
amenazada de muerte, por lo que se acogió al mecanismo de protección y
ahora vive bajo el cuidado de escoltas.
Entre lagrimas, advierte
con enorme fortaleza que seguirá buscando justicia, incluso ante la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH):
“El hecho que
me violara una mujer me confirma que nos está carcomiendo el propio
sistema, que normaliza la violencia y nos quiere obligar a pensar que
este es nuestro destino. Las instituciones están podridas. Quiero
caminar sin miedo; el Estado me pudo haber quitado la seguridad, pero no
me va a quitar ni la dignidad ni mi vocación de seguir defendiendo los
derechos de las mujeres”, finalizó.
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