NOTA DEL BLOG:
VA LO QUE ESCRIBIÒ JOHN ACKERMAN EN NOVIEMBRE DEL 2017 LO PONGO A COLACION POR LO QUE ACABA DE DECIR:
EL general H.R. McMaster -"Consejero de la Casa Blanca"-
Dice que ha percibido señales iniciales de que el Gobierno de Rusia está interviniendo en las campañas rumbo a la elección presidencial de México. Que su objetivo es polarizar sociedades y provocar una crisis de confianza, el principal asesor en política exterior del Presidente Donald Trump aseguró que la interferencia de Rusia puede notarse ya en las campañas en México
EL general H.R. McMaster -"Consejero de la Casa Blanca"-
Dice que ha percibido señales iniciales de que el Gobierno de Rusia está interviniendo en las campañas rumbo a la elección presidencial de México. Que su objetivo es polarizar sociedades y provocar una crisis de confianza, el principal asesor en política exterior del Presidente Donald Trump aseguró que la interferencia de Rusia puede notarse ya en las campañas en México
Al parecer, renuevan la ridícula guerra sucia sobre la supuesta "intervención rusa" en las elecciones presidenciales, con un servidor como "agente" por mi videocolumna en @ActualidadRT.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La andanada de acusaciones temerarias
con respecto a la presunta “intervención rusa” en las elecciones de 2018
en México tiene el propósito de generar una cortina de humo para
esconder la muy real injerencia ilegal que ya se encuentra en proceso
desde Los Pinos y los Estados Unidos.
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¡Ahí vienen los rusos!
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La andanada de acusaciones temerarias
con respecto a la presunta “intervención rusa” en las elecciones de 2018
en México tiene el propósito de generar una cortina de humo para
esconder la muy real injerencia ilegal que ya se encuentra en proceso
desde Los Pinos y los Estados Unidos. Con base en mentiras y datos
fabricados a modo, y como si todavía estuviéramos inmersos en la Guerra
Fría, voceros del régimen, como Javier Tejado, Gabriel Quadri, Pablo
Hiriart, Felipe Calderón, Shannon O’Neil y Fernando García Ramírez
buscan sembrar el miedo y fomentar el pánico entre el electorado.
El propósito es alejar a los ciudadanos de las urnas y así perder la oportunidad de lograr un cambio político pacífico durante las próximas elecciones presidenciales.
Históricamente, Rusia y México, sus gobiernos y sus pueblos, siempre han tenido una relación de respeto mutuo. Aun en los momentos más álgidos de la Guerra Fría, en México nunca vivimos la histeria de la “amenaza rusa” o el pánico de “susto rojo” (Red scare) donde cualquier persona u obra artística crítica podían ser censuradas por su supuesto apoyo al comunismo. Jamás existió un equivalente mexicano al paranoico senador Joseph McCarthy, quien desde el Congreso norteamericano encabezó una cruzada que arruinó miles de carreras profesionales bajo la mera sospecha de tener algún vínculo con Rusia.
Al contrario, si bien México siempre se ha ubicado firmemente dentro del sistema capitalista y ha mantenido relaciones cercanas con Estados Unidos, antes no permitíamos que las paranoias estadunidenses afectaran nuestras relaciones con otros países. Siempre mantuvimos relaciones diplomáticas con la Cuba revolucionaria, por ejemplo, y México jugó un papel muy importante en la mediación de los conflictos centroamericanos durante los años ochenta, particularmente en El Salvador.
La histórica Doctrina Estrada, o el “principio de no intervención”,
surgió precisamente de la necesidad del gobierno mexicano de pintar su
raya con respecto a la política internacional intervencionista y
neocolonial de Estados Unidos. “Entre los individuos, como entre las
naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, reza la frase célebre
de Benito Juárez que todo México aprende desde la primaria.
Pero hoy las cosas son diferentes. El canciller Luis Videgaray funge en realidad más como vocero del yerno de Donald Trump, Jared Kushner, que como representante del pueblo mexicano. La posición intervencionista de México con respecto a Venezuela, por ejemplo, ha hecho un enorme daño al prestigio que había acumulado la diplomacia mexicana a lo largo de los años.
Videgaray es uno de los cerebros atrás de la idea de la supuesta “amenaza rusa”. Pero al final de cuentas el canciller no ha podido estropear nuestras relaciones con Rusia de la misma manera en que ya lo ha hecho con las hermanas repúblicas de América Latina. En su visita del pasado 17 de noviembre a Moscú, Videgaray tuvo que aceptar públicamente, tanto en una conferencia de prensa con el canciller ruso, Serguéi Lavrov, como en una entrevista con RT: “por nuestra parte no tenemos ninguna evidencia que valide la hipótesis” de una supuesta intervención rusa hacia las elecciones de 2018.
Efectivamente, no existe un solo dato que pudiera constituir siquiera un indicio de una posible intervención desde Moscú. Los supuestos accesos al sitio web del Instituto Nacional Electoral desde San Petersburgo fueron un vil invento, típico fake news, fabricado por el abogado de Televisa, Javier Tejado. Y el hecho de que un servidor tenga una videocolumna semanal con RT en español en internet no constituye ninguna evidencia de injerencia indebida.
Carmen Aristegui cuenta con un programa en CNN en español y nadie la ha acusado de ser un “agente gringo”. Y un servidor colabora también con la revista Proceso y La Jornada y ofrece entrevistas constantemente a medios internacionales como BBC, France 24, Deutsche Welle, CNN, Telesur y Al Jazeera, pero no por ello recibo instrucción u orientación alguna de parte de los dueños o los editores de esos medios con respecto al contenido de mis participaciones.
El hecho de que numerosos periodistas y comentaristas mexicanos nos hemos visto obligados a recurrir a medios de comunicación internacionales para difundir nuestros reportajes y análisis en México, no habla de alguna intervención extranjera indebida sino de la increíble censura y cerrazón que existe entre los medios comerciales mexicanos. Tal y como vimos recientemente con el caso del despido sumario de Leonardo Curzio, el régimen peñista no tolera ni la más mínima crítica.
Donde sí existe ya una clara intervención extranjera, peligrosa y comprobada, de cara a las elecciones de 2018, es por medio de la firma Cambridge Analytica. Esta empresa es propiedad del multimillonario empresario de ultraderecha Robert Mercer y ha intervenido ya en las campañas tanto a favor del “Brexit” como de Trump. Durante la campaña presidencial estadunidense, Mercer y Cambridge Analytica trabajaron muy cercanamente con el asesor neofascista de cabecera de Trump, Steve Bannon, para manipular las redes sociales a favor del magnate neoyorkino.
De acuerdo con un extenso reportaje del periódico español El Diario (véase: http://bit.ly/2B9DAnU), las técnicas de Cambridge Analytica son las utilizadas históricamente en los “operativos psicológicos” (PsyOps) del gobierno estadunidense con el fin de desestabilizar países extranjeros como un complemento a la intervención militar directa. Ahora la “guerra” regresa a casa. El mismo diario afirma que esta “empresa consultora” ya cuenta con “perfiles psicológicos de 220 millones de adultos norteamericanos con 5 mil rasgos diferentes de cada uno”.
Dolia Estévez, de Sin embargo, ha demostrado que Cambridge Analytica ya se encuentra en operación en México y que ha lanzado convocatorias públicas para integrar su equipo que trabajaría en las elecciones de 2018 (véase: http://bit.ly/2yn1vhF). Estévez también ha evidenciado la llamativa cercanía que existe entre la representante de la empresa en México, Arielle Dale Karro, y el senador calderonista Ernesto Cordero.
No sería la primera vez que los hackers internacionales intervienen en las elecciones mexicanas. Recordemos las confesiones de Andrés Sepúlveda, el colombiano contratado por el consultor Juan José Rendón para apoyar la campaña de Enrique Peña Nieto en 2012 (véase: http://bit.ly/1SCinFV). Él afirma que logró infiltrar y espiar los sistemas de cómputo de la casa de campaña de López Obrador, así como manipular las redes sociales con miles de bots y cuentas contratadas “para crear falsas oleadas de entusiasmo y burla”.
El verdadero “peligro para México” no se encuentra entonces en la persona de López Obrador o en una fantasiosa “intervención rusa” para 2018, sino en el hecho de que el régimen de oprobio se niega a aceptar su derrota y está dispuesto a recurrir a cualquier medio o estrategia para garantizar su continuidad en el poder. l
www.johnackerman.blogspot.com
El propósito es alejar a los ciudadanos de las urnas y así perder la oportunidad de lograr un cambio político pacífico durante las próximas elecciones presidenciales.
Históricamente, Rusia y México, sus gobiernos y sus pueblos, siempre han tenido una relación de respeto mutuo. Aun en los momentos más álgidos de la Guerra Fría, en México nunca vivimos la histeria de la “amenaza rusa” o el pánico de “susto rojo” (Red scare) donde cualquier persona u obra artística crítica podían ser censuradas por su supuesto apoyo al comunismo. Jamás existió un equivalente mexicano al paranoico senador Joseph McCarthy, quien desde el Congreso norteamericano encabezó una cruzada que arruinó miles de carreras profesionales bajo la mera sospecha de tener algún vínculo con Rusia.
Al contrario, si bien México siempre se ha ubicado firmemente dentro del sistema capitalista y ha mantenido relaciones cercanas con Estados Unidos, antes no permitíamos que las paranoias estadunidenses afectaran nuestras relaciones con otros países. Siempre mantuvimos relaciones diplomáticas con la Cuba revolucionaria, por ejemplo, y México jugó un papel muy importante en la mediación de los conflictos centroamericanos durante los años ochenta, particularmente en El Salvador.
Pero hoy las cosas son diferentes. El canciller Luis Videgaray funge en realidad más como vocero del yerno de Donald Trump, Jared Kushner, que como representante del pueblo mexicano. La posición intervencionista de México con respecto a Venezuela, por ejemplo, ha hecho un enorme daño al prestigio que había acumulado la diplomacia mexicana a lo largo de los años.
Videgaray es uno de los cerebros atrás de la idea de la supuesta “amenaza rusa”. Pero al final de cuentas el canciller no ha podido estropear nuestras relaciones con Rusia de la misma manera en que ya lo ha hecho con las hermanas repúblicas de América Latina. En su visita del pasado 17 de noviembre a Moscú, Videgaray tuvo que aceptar públicamente, tanto en una conferencia de prensa con el canciller ruso, Serguéi Lavrov, como en una entrevista con RT: “por nuestra parte no tenemos ninguna evidencia que valide la hipótesis” de una supuesta intervención rusa hacia las elecciones de 2018.
Efectivamente, no existe un solo dato que pudiera constituir siquiera un indicio de una posible intervención desde Moscú. Los supuestos accesos al sitio web del Instituto Nacional Electoral desde San Petersburgo fueron un vil invento, típico fake news, fabricado por el abogado de Televisa, Javier Tejado. Y el hecho de que un servidor tenga una videocolumna semanal con RT en español en internet no constituye ninguna evidencia de injerencia indebida.
Carmen Aristegui cuenta con un programa en CNN en español y nadie la ha acusado de ser un “agente gringo”. Y un servidor colabora también con la revista Proceso y La Jornada y ofrece entrevistas constantemente a medios internacionales como BBC, France 24, Deutsche Welle, CNN, Telesur y Al Jazeera, pero no por ello recibo instrucción u orientación alguna de parte de los dueños o los editores de esos medios con respecto al contenido de mis participaciones.
El hecho de que numerosos periodistas y comentaristas mexicanos nos hemos visto obligados a recurrir a medios de comunicación internacionales para difundir nuestros reportajes y análisis en México, no habla de alguna intervención extranjera indebida sino de la increíble censura y cerrazón que existe entre los medios comerciales mexicanos. Tal y como vimos recientemente con el caso del despido sumario de Leonardo Curzio, el régimen peñista no tolera ni la más mínima crítica.
Donde sí existe ya una clara intervención extranjera, peligrosa y comprobada, de cara a las elecciones de 2018, es por medio de la firma Cambridge Analytica. Esta empresa es propiedad del multimillonario empresario de ultraderecha Robert Mercer y ha intervenido ya en las campañas tanto a favor del “Brexit” como de Trump. Durante la campaña presidencial estadunidense, Mercer y Cambridge Analytica trabajaron muy cercanamente con el asesor neofascista de cabecera de Trump, Steve Bannon, para manipular las redes sociales a favor del magnate neoyorkino.
De acuerdo con un extenso reportaje del periódico español El Diario (véase: http://bit.ly/2B9DAnU), las técnicas de Cambridge Analytica son las utilizadas históricamente en los “operativos psicológicos” (PsyOps) del gobierno estadunidense con el fin de desestabilizar países extranjeros como un complemento a la intervención militar directa. Ahora la “guerra” regresa a casa. El mismo diario afirma que esta “empresa consultora” ya cuenta con “perfiles psicológicos de 220 millones de adultos norteamericanos con 5 mil rasgos diferentes de cada uno”.
Dolia Estévez, de Sin embargo, ha demostrado que Cambridge Analytica ya se encuentra en operación en México y que ha lanzado convocatorias públicas para integrar su equipo que trabajaría en las elecciones de 2018 (véase: http://bit.ly/2yn1vhF). Estévez también ha evidenciado la llamativa cercanía que existe entre la representante de la empresa en México, Arielle Dale Karro, y el senador calderonista Ernesto Cordero.
No sería la primera vez que los hackers internacionales intervienen en las elecciones mexicanas. Recordemos las confesiones de Andrés Sepúlveda, el colombiano contratado por el consultor Juan José Rendón para apoyar la campaña de Enrique Peña Nieto en 2012 (véase: http://bit.ly/1SCinFV). Él afirma que logró infiltrar y espiar los sistemas de cómputo de la casa de campaña de López Obrador, así como manipular las redes sociales con miles de bots y cuentas contratadas “para crear falsas oleadas de entusiasmo y burla”.
El verdadero “peligro para México” no se encuentra entonces en la persona de López Obrador o en una fantasiosa “intervención rusa” para 2018, sino en el hecho de que el régimen de oprobio se niega a aceptar su derrota y está dispuesto a recurrir a cualquier medio o estrategia para garantizar su continuidad en el poder. l
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