NOTA DEL BLOG: El único comentarios es que estoy totalmente de acuerdo con el articulo el Narco y Gobierno son la misma cosa ..........Como ejemplo el botón Tamaulipas, PRIGOBIERNO igual a Narco, en éste caso ZETAS
REPORTEAR BAJO AMENAZA
fuente: proceso.com.mx
REPORTEAR BAJO AMENAZA
fuente: proceso.com.mx
Por sus investigaciones sobre el narcotráfico en México, Alfredo Corchado,
periodista estadunidense de origen mexicano y corresponsal del diario The Dallas
Morning News, fue amenazado de muerte y tuvo que salir temporalmente del país.
Las historias de esas amenazas las cuenta él mismo en Medianoche en México,
libro que empezó a circular en Estados Unidos y el cual exhibe la connivencia
entre funcionarios del gobierno mexicano y los capos de los cárteles.
WASHINGTON (Proceso).- El corresponsal en México del diario estadunidense The
Dallas Morning News, Alfredo Corchado, no se anda por las ramas y afirma que
cuando se trata de amedrentar a periodistas y bloquear sus investigaciones, el
gobierno mexicano y los carteles del narcotráfico son lo mismo.
“La corrupción por narcotráfico es casi una institución en México. Los
narcotraficantes y el gobierno son la misma cosa”, comenta Corchado en
entrevista telefónica con Proceso pactada para hablar sobre su libro Medianoche
en México, editado por Penguin Press, y en el cual relata las amenazas de muerte
que recibió en el cumplimiento de su labor periodística.
“Lo que me ocurrió me sirvió para entender que yo mismo me hice pendejo al
creer que las cosas en México podían cambiar”, dice Corchado en referencia a que
la democracia acabaría con la corrupción en el país.
De hecho, Medianoche en México exhibe la connivencia que existe entre
funcionarios públicos y capos del narcotráfico, quienes tienen a los primeros en
su nómina.
“Vibró mi celular que tenía en la bolsa del pantalón”, cuenta Corchado al
inicio de la primera de las tres partes en las que está dividido el libro.
“Reconocí la voz. Era una fuente confiable desde hace mucho tiempo, un
investigador de Estados Unidos con informantes dentro de los cárteles más
violentos de México”. Fue directo al punto:
–¿Dónde estás? –me preguntó.
–En México
–¿Dónde exactamente?
–En mi departamento. ¿Por qué?
–Ellos tienen planeado matar a un periodista estadunidense en las próximas 24
horas –dijo el investigador–. Tres nombres salieron a relucir; creo que eres
tú.
–¿Qué? ¿Quiénes son ellos?
–No te puedo decir más porque no sé, pero puede ser un asunto serio, de Los
Zetas.
–¿Quiénes son los otros reporteros?
–preguntó Corchado incrédulo.
–preguntó Corchado incrédulo.
–Puede ser cualquiera, pero apuesto a que eres tú. Escóndete.
–What? ¿Dónde? ¿Por qué?
Corchado recuerda que estaba hablando en espanglish, su lengua natural y que
tomaba nota de todo.
–Hablemos mañana. No sé mucho todavía –le dijo el investigador.
–Espera, espera… Mañana puede ser muy tarde –repuso Corchado.
–Hermano… deja de fregarlos, párale.
El pacto
Corchado ha sido reportero de los diarios estadunidenses El Paso Herald Post,
The Wall Street Journal y The Dallas Morning News. Nació en el pueblo de San
Luis de Cordero, en el estado de Durango, pero en 1966, cuando era niño, emigró
legalmente a Estados Unidos junto con sus padres y hermanos en busca de mejores
oportunidades.
Desde 1986 ha dedicado su vida profesional a escribir sobre México para el
público de Estados Unidos, nación de la que es ciudadano por naturalización. Sin
embargo, fue a partir de 1994 cuando comenzó a palpar la realidad mexicana. En
2007, en el contexto de la violencia derivada del narcotráfico, se vio obligado
a salir de México ante las amenazas de muerte en su contra.
“Como periodista en México me amenazaron en tres ocasiones previas”,
explica.
“Una vez una fuente me tuvo que esconder en el compartimento de atrás de su
camioneta 4×4, después de recibir una amenaza por teléfono. En otra, un hombre
misterioso se me acercó en un bar para decirme que Los Zetas me cortarían la
cabeza si seguía haciendo preguntas. En la otra, Ángela (Kocherga, su novia) y
yo una vez tuvimos razones suficientes para temer que un alto funcionario del
gobierno o del Ejército estuviera tras nosotros, por una historia que reportamos
sobre el primer video del narcotráfico la cual mostraba a delincuentes
confesando sus crímenes para después ser ejecutados. Cada una de las tres
amenazas me dejaron aterrorizado”, cuenta.
En 2007 una de sus fuentes –a quien identifica como un “investigador
estadunidense”– le advirtió que estaba amenazado de muerte por una nota que
publicó en el Dallas Morning News, cuya información le fue filtrada por esa
misma fuente.
“El investigador de Estados Unidos bajó el tono de su voz. Tenía información
confidencial de inteligencia sobre una reunión que se celebró en la casa del
narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, en Cuernavaca. Líderes de cárteles rivales
y funcionarios corruptos del gobierno se habían reunido para poner fin a la
violencia y retomar el negocio del tráfico de drogas”, relata el periodista en
su libro.
“El plan fue dividir de manera equitativa la distribución de las rutas de las
drogas y realinearse, como lo habían hecho durante varias décadas. Los hombres
hablaron, bebieron y quedaron de acuerdo en volverse a reunir. Las tensiones
entre los capos Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, y Miguel Ángel Treviño
Morales eran muy profundas. Treviño Morales sospechaba que La Barbie había
ordenado el asesinato de su hermano. Se maldijeron y se retaron a un
enfrentamiento con pistolas. Sus jefes, particularmente el anfitrión, los
calmaron y les advirtieron que estaban reunidos para hablar de negocios, no para
resolver asuntos personales. El gobierno de Estados Unidos infiltró a un soplón
en esa reunión para que recolectara la información sobre quiénes participaron en
el encuentro”, destaca el libro.
Corchado apunta que, según el investigador estadunidense, el gobierno de
México y las Fuerzas Armadas tenían conocimiento del pacto que se hizo en la
casa de Beltrán Leyva.
Una vez que Corchado publicó el texto sobre ese pacto, le notificaron que
podría ser víctima de un atentado en su contra. Su novia Ángela y unos amigos le
aconsejaron que informara de la amenaza al entonces embajador de Estados Unidos
en México, Tony Garza. Así lo hizo. Garza lanzó advertencias sobre posibles
atentados contra periodistas de su país y habló con el gobierno mexicano.
“En México te matan dos veces. Primero con un bala, con un hachazo en la
cabeza o con un baño de acido; luego se encargan de regar rumores sobre ti”,
escribió el corresponsal del Dallas Morning News.
En lugar de huir inmediatamente de México, Corchado permaneció en el país
durante varios días para tratar de corroborar la amenaza y descubrir a los
responsables. Después de realizar pesquisas entre funcionarios mexicanos,
estadunidenses y con sus fuentes infiltradas en el crimen organizado y las
agencias policiales, comprobó que la amenaza se debía a que su nota afectó el
reparto de sobornos que, por un monto de unos 500 millones de dólares al año,
los cárteles del narcotráfico distribuían entre policías, militares y
funcionarios civiles del gobierno mexicano.
“Llame a otra fuente, un mexicano-estadunidense dedicado a depositar dinero
en efectivo en bancos de Estados Unidos para los cárteles de México”, destaca
Corchado. Esa fuente le contó que se encontró con La Barbie durante una
convención empresarial en Cancún. El narcotraficante acudió para ver a uno de
sus hermanos, agente aduanal de Estados Unidos y quien presuntamente no tenía
nada que ver con el trasiego de drogas.
–¿La Barbie en una convención? ¡No mames, güey! –dijo incrédulo Corchado.
–Ni yo lo creía. Pero me saludó en el baño de los hombres después de que se
echó una gran meada, se lavó las manos y esperó a que yo terminara y me lavara
las manos. Me llamó por mi nombre… No estoy bromeando.
“Mi fuente le pregunto sobre la amenaza y La Barbie le respondió: ‘No somos
estúpidos. No somos nosotros, pero no dudaría que fuera el gobierno’”, apunta
Corchado.
“¿En qué nos metimos?”
En 2004, cuando Corchado cubría los feminicidios en Ciudad Juárez, una de sus
fuentes le pasó el tip de que La Línea, el grupo de sicarios al servicio del
Cártel de Juárez, era responsable del asesinato de las mujeres. Mientras cubría
una manifestación en la que se exigía justicia por esos crímenes, sonó su
teléfono celular. “Un hombre con voz grave, a quien nunca había escuchado, me
dijo exactamente dónde me encontraba”.
–Aquí voy detrás de ti por la dieciséis
–le dijo, describiendo la esquina y el edificio donde él se ubicaba en ese momento.
–le dijo, describiendo la esquina y el edificio donde él se ubicaba en ese momento.
El segundo aviso ocurrió en 2005, durante una visita a las ciudades de Nuevo
Laredo, Tamaulipas, y Laredo, Texas, para investigar una historia sobre el
Cártel del Golfo y Los Zetas.
Corchado y unos amigos se encontraban en un restaurante muy conocido en
Laredo: El Agave Azul. A punto de abandonar el lugar, un mesero se acercó a
Corchado y a uno de sus amigos para ofrecerles unas copas de tequila, “cortesía
del señor que está en la esquina”, les dijo el mesero. Poco después, el
individuo que envío los tequilas se acercó al corresponsal del Dallas Morning
News.
Corchado cuenta:
–Me da gusto que esté aquí otra vez. Apreciamos su interés en los dos
Laredos. Como puede ver aquí están pasando muchas cosas. Somos una ciudad
amigable, con gente grandiosa y mujeres bonitas. Para que vea qué tantas viejas
guapas tenemos aquí –dijo señalando a un grupo de mujeres que platicaban con
Ramón (su amigo).
–Sí, le dije, sin saber quién era el tipo o si estaba obligado a
conocerlo.
–Nosotros tratamos bien a los que vienen de fuera, hasta que comienzan a
hacer preguntas sobre Los Zetas.
Corchado recuerda que “había escrito historias sobre la brutalidad de Los
Zetas y sus enlaces en el norte de Texas, su modo de actuar violento y sus
confrontaciones con la policía local”.
–Aquí las cosas se pueden poner muy locas. Déjame decirte qué pasa con la
gente cuando comienza a hacer muchas preguntas: Ellos te levantan, te torturan y
luego te hacen pedacitos; una pieza aquí, otra allá, y luego ponen tu cuerpo en
un tambo lleno de ácido y te miran hasta que te disuelves –le dijo el
hombre.
La tercera amenaza también ocurrió en 2005. Recibió en su oficina de la
Ciudad de México un sobre con un DVD. El contenido de éste era macabro: se
trataba de un video sobre la ejecución de cuatro hombres, presuntos sicarios del
Cártel de Sinaloa. Sus fuentes estadunidenses corroboraron la autenticidad del
contenido. Intentó confirmarlo con funcionarios del gobierno mexicano. Solicitó
una reunión con José Luis Santiago Vasconcelos, encargado de combatir al
narcotráfico durante el gobierno de Vicente Fox.
Después de varias negativas, Vasconcelos aceptó hablar con él. Lo citó a las
siete de la noche en su oficina de la PGR, pero lo recibió casi a la
medianoche.
–Corchado, esta no es una historia para ti. ¿Por qué no te concentras en
historias sobre el turismo? Son más seguras –le dijo el funcionario.
–¿Me está amenazando?
–No, estoy tratando de ayudarte para que estés seguro. Sé que naciste en
México. Pero no te preocupes por los problemas de un país que ya no es tuyo.
Ahora tú eres estadunidense, concéntrate en otras historias.
A la mañana siguiente The Dallas Morning News publicó la historia de la
ejecución de los cuatro presuntos sicarios. En la página en internet del diario
se podía revisar una versión editada de la macabra escena. Corchado recuerda que
él y Ángela notaron de inmediato la reacción de la prensa mexicana.
Su novia que trabajaba para una cadena de televisión y que también elaboró un
reporte de la ejecución dejó a Corchado en La Condesa, donde ambos vivían,
porque una de sus fuentes la citó para una reunión.
Corchado se sentó a esperar a Ángela en una mesa de un restaurante. Media
hora después, mientras comía una sopa de pollo, Ángela regresó con el rostro
desencajado.
–¿Qué pasa? –preguntó
–Esto es serio –dijo ella, explicando que su fuente le había aconsejado que
saliera del país lo antes posible.
Ellos, el Ejército, el gobierno o ambos nos harán la vida imposible. Son
capaces de todo y lo harían ver como un accidente de auto –le dijo ella.
–¿De qué estás hablando? ¿El gobierno, el Ejército?
–Eso fue lo que me dijeron. El tipo que hacía las preguntas y ejecutó a los
hombres en el video era miembro del cártel, trabaja con integrantes del Ejército
o de la Policía Federal. No sé, no sé. ¿En qué nos hemos metido?
Corchado comenta que “posiblemente las fuentes estaban en lo correcto. Eran
policías federales y soldados trabajando para uno de los cárteles, algo que no
habíamos podido confirmar, aunque después lo hicimos”.
“Me puse las manos sobre el rostro y me sobé las sienes, tratando de entender
la situación. Mi sopa ya no se veía tan apetitosa. Mi teléfono celular vibraba
interrumpiendo nuestra conversación. La pantalla del identificador de llamadas
decía que el número estaba bloqueado. Contesté de todas maneras.
Una voz que parecía gruñido me respondió:
–Cómete tu sopa ahora o cómetela después. A nosotros nos gusta la sopa fría o
caliente, hijo de la chingada.
Y colgó.
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